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Cosmovisión Taoista: Dao

El Dao representa la ley de la Vida, basada en la cosmovisión Taoista. La verdadera sabiduría es un estado superior del ser que se da sobre el funcionamiento ordinario de la mente. En ese estado se toma conciencia del sentido del mundo, a modo de una vivencia y no intelectualmente.


El Dao (Tao) representa la ley de la Vida, el sentido del mundo basado en la cosmovisión Taoista. El hombre primitivo captaba ese sentido por intuición en una experiencia directa del entorno y de sí mismo. El sentido del mundo se capta en el movimiento, en las mutaciones de todo acontecer. Este movimiento que en la naturaleza es de una variedad infinita, tiene sin embargo, una estructura, una ley interna. Esta ley interna del movimiento está constituida por dos principios o polos, uno oscuro y suave (Yin), y otro luminoso y fuerte (Yang). Comprender la acción alternada de ambas polaridades en la vida es entrar en el camino de la sabiduría.


Pero este Dao no es sólo el sentido del mundo, sino también el principio único, el Uno, que se sitúa antes del mundo manifestado y su dinámica bipolar, el ser puro e inmutable, premisa de todo lo existente. De este Uno emana la vida, como una manifestación o virtud, en chino “De”, que forma y sostiene a todos los seres, así todo cuanto existe es lo que es y cumple la función que le corresponde en el conjunto, por la acción de la virtud formadora (De) del principio único (Dao). Lao Tse expone profundamente esto en su maravillosa obra del “Dao De Jing” (Tao Te King), que significa literalmente “El tratado sobre la Ley Natural (Dao) y su manifestación (De)”.


Inserto en el orden nativo del mundo, el hombre tiene como supremo imperativo conocer ese orden e integrarse a él. En eso consiste el verdadero conocimiento. En ese sentido, el comportamiento sabio es lo que Lao Tse llama el Wu-Wei (“no hacer” o “hacer sin hacer”), vale decir, el no interferir, entonces bajo el supuesto de que el orden nativo es perfecto, ninguna acción humana puede igualarlo ni reemplazarlo, así toda iniciativa independiente de lo trascendente, provocará una alteración del orden, y toda alteración del orden trae confusión, sufrimiento y muerte. Esto no es un llamado a no hacer, sino que a saber cuando hacer y cuando “hacer sin hacer”. El vacío es tanto o más importante como el envase que lo contiene.


Por ende, la persona Sabia se atiene a la simplicidad, se establece en el conocimiento verdadero del mundo, amar y servir a los hombres son su razón de existir. Frente a la omnipotencia del Uno inmanifestado, su respuesta es la humildad, todo engrandecimiento personal, toda manipulación de la vida contradice el sentido del mundo, y todo lo que contradice el sentido del mundo perece rápidamente.

Los grandes sabios nacen iluminados, pero la iluminación se puede cultivar en el tiempo por medio del Chikung: el trabajo de la fuerza y la energía del ambiente, así como del potencial inherente que todos los seres humanos tenemos. Bajo esta perspectiva, la esencia de este Chikung consiste en vaciarse de todo deseo y pretensión, y asumir la simplicidad y la humildad que son inherentes al ser humano. En este Vaciamiento personal el hombre deja actuar en sí mismo a la Virtud del Dao.


Ese estado constituye la paradojal debilidad taoísta, actitud fundamental en la vida que consiste en preferir la frágil flexibilidad del bambú a la rígida robustez un tronco seco.

Corresponde a una conducta en la que el polo Yin materno recupera su lugar ante la avasalladora hegemonía del polo Yang tan exigida por la civilización actual. Ambos polos suponen una constelación de virtudes que son propias de su ámbito de acción y justamente la civilización se construye cultivando en los hombres las virtudes paternas de la creatividad, el intelecto y la acción, en tanto que la vuelta a la armonía original de la naturaleza supone el desarrollo de las virtudes maternas de la receptividad, la intuición y el afecto, en armonía con la constelación paterna.


La sabiduría taoísta no consiste en saber. La verdadera sabiduría es un estado superior del ser que se da sobre el funcionamiento ordinario de la mente. En ese estado se toma conciencia del sentido del mundo, a modo de una vivencia y no intelectualmente. Así, el Dao, deviene para el hombre como la verdadera dimensión de su propio ser.


La persona Sabia gobierna a la sociedad no sólo como grupo humano, gobierna sobre un total de vida natural que incluye a los hombres junto a las demás criaturas. Gobierna como lo hace el Dao, prefirieron no actuar innecesariamente, evitando interferir en el orden nativo del mundo en el cual los humanos alcanzan su plenitud y cumplen sin alteración su verdadero destino como seres vivos, junto a otros seres vivos, en libertad y autonomía.



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